Sentada al
borde de la cama, ensimismada sobre sus derrotas, comienza a divisar sobre el
aire negro de su habitación algunos pequeños copos de nieve. Las gélidas
grietas que provoca su respiración en el aire.
Se detiene e
intenta contener la respiración. Por un momento se siente a salvo, pero su
aliento no tarda en volver, amparando a aquello que la aterra. Sus pulsaciones
se tornan cada vez más rápidas, su corazón ruidoso en alerta.
No entiende
porque sus pies se abrazan a si mismos, quizás buscan la fusión con el resto de
su cuerpo adolescente. Quisiera gritar por compasión, pero su voz provoca que
la imagen la reconozca cada vez mas.
Comienza
el descenso, su alma vencida se evapora en exhalaciones animadas. Sus brazos
contienen dedos que no acarician ni sienten. Su boca ajada siente piedad por el
fuego de sus ojos.
En
su mente los recuerdos azotan, destellantes, sombríos y aquella imagen en su
habitación la invita a crecer.
Ahora
yace acostada en su cama como un niño hambriento de amor.
Sin opciones
comienza a darle la bienvenida a esa parte suya que estando fuera la atemoriza.
Respira hondo, dejando que la nieve ingrese en su cuerpo.
Su cuerpo
intenta digerir lo que sus sentimientos repelen. La lucha interna por aceptar
aquel fantasma que la acecha se aviva.
La rigidez de
sus piezas se deshace y Su muerte agradece el esfuerzo por despertar.
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